Existe algo valioso en observar la realidad sin filtros, sin buscar que se parezca a lo que quisiéramos que fuera. Desde esa mirada honesta podemos comenzar cualquier transformación que realmente valga la pena; especialmente para una región como la nuestra.
A mitad de año, aplicamos esta mirada en FICEM, para repasar y reafirmar nuestras prioridades institucionales. Más allá de los slogans que suenan bien, entendemos que hay datos que no se pueden ignorar y contextos que exigen respuestas inmediatas de nuestro sector.
Enfrentamos desafíos climáticos, sociales y económicos se entrelazan y redefinen constantemente el terreno sobre el que trabajamos. Creemos que hablar de desarrollo implica, necesariamente, hablar de infraestructura: de cómo construimos, para quién lo hacemos y con qué propósito.
En ese sentido, promover infraestructura resiliente se vuelve esencial. Esto implica construir más, pero sobre todo, es construir mejor; es anticiparse, adaptarse e innovar para no repetir errores.
Para lograrlo, el punto de partida debe ser claro: entender profundamente dónde estamos, qué nos está afectando y qué tipo de progreso necesitamos construir, juntos. Este es el ejercicio que quiero hacer hoy con ustedes.
Empecemos por la realidad, como región, generamos más de 230 millones de toneladas de Residuos Sólidos Municipales (RSM) al año y una de cada tres toneladas de estos residuos ni siquiera se recolecta. Es decir, más de 76 millones de toneladas quedan dispersas, en ríos, calles, quebradas, sin tratamiento ni control, y, si no actuamos con decisión, esa cifra se duplicará en los próximos veinte años.
Por otra parte más del 40% de los centros urbanos de nuestra región enfrentan retos de escasez de agua. Este recurso se agota por una falta de adecuada gestión, mientras nuestras ciudades crecen y el cambio climático redefine los patrones de lluvia y sequía.
Y en medio de estos desafíos, persisten brechas importantes en la formación técnica especializada que nuestro sector necesita para poder transformarse. Porque sin conocimiento, sin capacidades y sin liderazgo técnico, no hay manera de responder de forma sostenible y a largo plazo.
Frente a esto, nuestras prioridades son. Frente al problema de desechos urbanos, buscamos fortalecer el sistema con aquello que antes se percibía como una amenaza. Vemos como oportunidad el integrar residuos como energía dentro de nuestros hornos e incorporarlos al proceso de fabricación del cemento. Esta forma de fabricar mejor, nos permite, además de generar un gran impacto ambiental positivo, reducir emisiones de gases y ganar estabilidad frente a los cambios del mercado energético, diversificando nuestras fuentes de energía. Por lo tanto, desde FICEM, apostamos por co-procesar materiales que hoy son un problema público para transformarlos en parte de la solución.
Segundo, la escasez de agua implica racionalizar el consumo y optimizar procesos, pero también ir más allá: diseñar sistemas que permitan canalizar, almacenar, limpiar y reutilizar el agua de forma eficiente. Y aquí entra una lección muy valiosa que no viene de la tecnología más avanzada, sino de la naturaleza misma. Los humedales artificiales, diseñados para el tratamiento de aguas negras, han demostrado ser una solución técnica, sostenible y replicable. Es precisamente esta la esencia de la infraestructura resiliente: imitar los procesos naturales para crear soluciones que se adapten y perduren en el tiempo.
Y, finalmente, sería ingenuo pensar que todo lo anterior puede sostenerse en el tiempo sin una base firme de conocimiento, porque ningún proceso de transformación será duradero si no está acompañado de formación.
Por eso, desde FICEM una de nuestras prioridades es la formación continua del sector, por eso tenemos la Academia FICEM donde aceleramos el aprendizaje, cerramos brechas de conocimiento y fortalecemos la capacidad técnica de los profesionales que hoy lideran, y que mañana deberán transformar esta industria.
Nuestro compromiso es seguir compartiendo experiencias que demuestran que el cemento puede ayudar, por ejemplo, no solo a almacenar el agua, sino a canalizar y limpiarla.
Porque si el cambio climático redefine las reglas del juego, entonces nos corresponde construir el tablero desde una nueva lógica: la lógica de la adaptación con sentido y propósito.
En FICEM entendemos que el verdadero liderazgo se ejerce desde la capacidad de leer con honestidad el presente para actuar con responsabilidad adaptando las soluciones a la realidad socioeconómica de nuestra región. Esa es, al final, la tarea que podemos y debemos cumplir.