Hoy celebramos el sexto aniversario de Cementos Progreso en Panamá. Y con esta felicidad, también me recuerda una reflexión: toda compañía, en algún momento, enfrenta una prueba de fuego que no sólo reta su capacidad, sino que revela su verdadera esencia a partir de las decisiones que toma en medio de la incertidumbre.
Una de las primeras veces que Progreso se enfrentó a esta realidad fue de la mano de nuestro fundador, Carlos F. Novella, cuando, en medio de la gran depresión de los 30s, eligió convertir la dificultad en valor: no detenerse ni dejar a nadie atrás. Así, dio inicio a un proyecto de reforestación de El Tablón para no despedir a sus trabajadores. Esto permitió sembrar mucho más que árboles: sembrar la cultura que hoy nos define porque ese es nuestro ADN: un compromiso con las personas y con el mundo en el que vivimos.
Décadas más tarde, Panamá nos recordó esa misma lección. Era nuestro primer paso en la incursión fuera de nuestro país de origen, Guatemala, y llegábamos llenos de ilusión, cuando, apenas cuatro meses después, el mundo se detuvo. En marzo de 2020, la pandemia por COVID-19 trajo consigo una incertidumbre sin precedentes y nos colocó frente a una decisión difícil: la lógica financiera dictaba retroceder, pero nuestros valores nos obligaban a actuar distinto.
Y lo que decidimos hacer frente a esta prueba de fuego se basó en dos convicciones que, además de definir nuestra operación en Panamá, definen quiénes somos como compañía.
Primero, lo esencial siempre son las personas. En medio del desconcierto y la presión, reafirmamos que la respuesta correcta nunca será sacrificar lo que nos hace fuertes: la gente. Decidimos proteger los empleos, acompañar a cada colaborador y sostener la operación, porque lo verdaderamente importante en una compañía no está solo en sus activos, sino en la confianza que construye con quienes hacen posible la operativa y el día a día.
Esa decisión, que en su momento parecía arriesgada, terminó dándonos estabilidad, cohesión y propósito desde el inicio, porque demostramos coherencia y convicción con nuestros valores — los cuales siempre serán nuestro ancla. Mantener ese vínculo y fortalecer el arraigo local fue, y sigue siendo, nuestra manera de construir confianza en tiempos de cambio.
Segundo, la excelencia sólo se mide en qué tan capaces somos de generar valor compartido. Durante la pandemia, cada bolsa de cemento que salió de nuestra planta fue una muestra de ese compromiso: esfuerzo, ingenio y determinación para mantener la calidad y responder a las necesidades que el país tenía en el momento.
Porque para nosotros, la confianza se ve tanto en toneladas producidas como en relaciones fortalecidas. Tan solo el año pasado realizamos más de 26 millones de dólares en compras a proveedores panameños, una muestra tangible de cómo la excelencia también se traduce en desarrollo compartido.
Esto nos reafirmó que la resiliencia no es sólo resistir, sino adaptarse sin renunciar a los estándares que nos definen. Como compañía, esta es la mejor forma de honrar la confianza de nuestros clientes y de nuestro legado.
Así, Panamá fue, en este crecimiento regional, el primer país donde nuestra cultura se puso a prueba fuera de casa, ¡y qué manera de hacerlo! En medio de la incertidumbre global, en lugar de fallar y detenernos, elegimos invertir en fortalecer las relaciones con las comunidades y con el planeta.
Seis años después, todo lo anterior sigue marcando nuestra forma de operar: porque cuando decimos que somos una Familia Progreso, lo decimos en serio y lo demostramos en todo lo que hacemos.
¡Feliz cumpleaños Cempro Panamá!