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IdeasSostenibilidad

Alerta de desechos: un reto en Guatemala

By 30 de mayo de 2024Sin comentarios4 minutos de lectura

Siempre he sido promotor de compartir noticias positivas con el fin de contagiarnos de espíritu alegre y buena energía, y en tiempos como los de hoy, es lo que más necesitamos. Sin embargo, también es necesario ver la otra cara de la moneda para entender qué está pasando a nuestro alrededor, y tomar acción para mejorar nuestra realidad.

A lo largo del mes pasado los titulares de medios impresos como digitales tuvieron un común denominador: el incendio generado en el vertedero de la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán (AMSA). Esta noticia ocasionó una serie de consecuencias y ha sacado a la luz deficiencias que requieren atención inmediata. Quiero recalcar que esta reflexión personal no es más que una forma de darle mayor visibilidad al tema para extraer aprendizajes, y ponernos manos a la obra a través de un plan de acción.

Uno de los efectos más perjudiciales de esta tragedia fue la calidad del aire, la cual se degradó hasta alcanzar niveles catalogados como «perjudicial», según criterios de IQAir y Greenpeace. Inevitablemente, esto representó una amenaza para la salud pública debido a la presencia de sustancias nocivas como amoníaco, dióxido de carbono, metano y monóxido, las cuales pueden ser causantes de enfermedades en la población. Y así como impacta en la salud de los ciudadanos, también lo hace con la salud del medio ambiente, aumentando la cantidad de los gases de efecto invernadero.

Este accidente no solo impactó de manera ambiental, sino que arrastró sus consecuencias al ámbito social, ocasionando que el Ministerio de Educación suspendiera las clases presenciales en distintos departamentos, una decisión que velaba por la salud de nuestros pequeños y jóvenes, pero que a su vez, afecta a su formación y altera el ritmo de las clases.

Pero más allá de las consecuencias, el incendio puso al descubierto una problemática en el sistema de gestión de basuras y reciclaje. Se reveló que este recibe residuos de hasta 35 municipios, superando significativamente su capacidad inicial diseñada para cubrir únicamente 14 municipios.

Es indiscutible que este incidente ha tenido consecuencias negativas no solo en la preservación ambiental, sino también en la salud pública, el ámbito educativo y la infraestructura. Por ello me pregunto, ¿tienen que seguir ocurriendo este tipo de incidentes (porque no es la primera vez) para evidenciar la necesidad de implementar un sistema de gestión de residuos eficiente en el país?

Si tenemos que rescatar algo positivo de este hecho es que hoy, sociedad civil, sector público y privado, y academia entre otros actores, somos cada vez más conscientes de que es crucial atender de forma inmediata el tema de la gestión de nuestros desechos. En años anteriores ya se han presentado proyectos y soluciones, como la termovalorización y el coprocesamiento de residuos, y sin embargo, no se concretaron.

Mientras tanto, desde las organizaciones abordamos este desafío de la mejor forma tratando de evolucionar en nuestra gestión de residuos. Por ejemplo, desde Progreso contamos con la unidad de disposición responsable de residuos, Proverde, que, en pocas y simples palabras, nos permite clasificar y triturar nuestros desechos para convertirlos en energía en los hornos de cemento.

Los beneficios de implementar este tipo de iniciativas, que también tienen aplicaciones en otras industrias, son compartidos: con esta práctica, se reduce la cantidad de residuos enviados a los vertederos, se disminuye la dependencia de los combustibles fósiles y se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.

Creo firmemente que la combinación de recursos y habilidades de diferentes sectores e industrias nos puede brindar una respuesta más eficiente y beneficiosa para facilitar la implementación de medidas preventivas cruciales, y así garantizar el bienestar de los ciudadanos y el país entero. Desde luego, lo que hemos vivido este mes en el vertedero de la Cuenca del Lago de Amatitlán (AMSA) nos tiene que servir para aprender y poner soluciones que eviten que se repitan situaciones de emergencia como esta.