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Desarrollo ComunitarioIdeas

Resiliencia y fortaleza; el ejemplo de las mujeres rurales

By 14 de octubre de 2022septiembre 13th, 2023Sin comentarios4 minutos de lectura

Desde el 2008, cada 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Rural. Esta fecha nos invita a reflexionar sobre la invaluable labor de millones de mujeres, jóvenes y niñas que viven en zonas rurales de nuestro país y muchos otros.

Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial, y son un poco más del 40% de la fuerza laboral agrícola. En Guatemala, más de 3.5 millones de mujeres, niñas y adolescentes viven en áreas rurales. Sus manos labran la tierra, mantienen a flote la economía familiar y son un pilar para la vida de sus comunidades.

Sus aportes al progreso económico de los países y a la seguridad alimentaria de las sociedades es clara, pero las brechas que impiden su pleno bienestar siguen existiendo y requieren el trabajo de todos para resolverse. El Día Internacional de la Mujer Rural existe para promover la igualdad de las mujeres rurales y destacar la apertura de nuevas oportunidades que las beneficien.

Tenemos una asignatura pendiente con las familias rurales que a diario se enfrentan a la escasez de asistencia sanitaria, infraestructura de agua y saneamiento y acceso a la educación. A eso se suma pobreza propia de la falta de empleo, precarias condiciones de trabajo, infraestructura, entre otros.

La pandemia llegó para sumarse a los desafíos conocidos por las mujeres rurales, y endureció sus condiciones de vida y trabajo pero no disminuyó el grado de responsabilidad con que proveen al resto de la población. No obstante esta grave situación, la  resiliencia y fortaleza de todas ellas ante la crisis global es admirable.

Para las mujeres rurales las dificultades comienzan a temprana edad. Las niñas y jóvenes tienen mayores probabilidades de deserción escolar y más riesgo de no acceder a educación de calidad. A medida que crecen, aunque muchas labran, siembran y realizan la mayor parte del trabajo que implica esfuerzo físico, en muchas localidades aún no son propietarias de la tierra.

Es urgente ofrecer a las mujeres, adolescentes y niñas rurales una mejor calidad de vida, que implica mejores condiciones de trabajo, acceso a servicios básicos, autonomía económica y participación en espacios sociales y políticos. Según cifras de Naciones Unidas, si las mujeres rurales acceden a las mismas oportunidades que los hombres sería posible reducir los niveles de desnutrición hasta en un 17%, y aumentar entre 2.5 y 4% la producción agrícola en países en desarrollo.

Esta es una tarea colectiva que involucra a instituciones del gobierno, organizaciones no gubernamentales, instituciones educativas, el sector público y privado y la sociedad civil. Es necesario  sensibilizar y visibilizar la realidad que viven millones de mujeres, porque así encontraremos motivación para actuar en su beneficio. Si nos preguntamos qué estamos haciendo por ellas, la realidad nos indica que no lo suficiente.

Entre las diversas iniciativas desarrolladas a lo largo de los últimos años en Progreso, me alegra poder destacar el trabajo con las mujeres floricultoras, caficultoras y productoras de vegetales en San Juan Sacatepéquez, en nuestra Finca El Pilar. En dicha zona, casi el 80% de trabajadores de la floricultura son mujeres de áreas rurales. Impulsar su labor y hacerla visible nos llena de orgullo. Pero más satisfacción nos da verlas crecer económicamente y personalmente al tener ingresos propios para contribuir a la economía familiar.

Estos resultados fueron destacados recientemente en este conmovedor documental: La tierra de las flores.

De la misma manera, y con la ayuda de la Fundación Carlos F. Novella, se ha trabajado capacitando a las mujeres con el programa “Mejores Familias” que les muestra las ventajas de la adecuada nutrición, les apoya en su autoestima y capacita para desarrollar competencias empresariales.

Finalmente, a través del colegio Enrique Novella Alvarado, se ofrece la mejor educación a las siguientes generaciones de niñas para que ellas tengan las oportunidades que no gozaron sus padres y logren romper ese círculo vicioso de pobreza.

Ser conscientes de esta problemática nos ayuda a entender que aún hay mucho trabajo por hacer, pero que estamos a tiempo de construir, en conjunto, una mejor vida para las niñas, jóvenes y mujeres rurales apoyándolas en la ardua labor que realizan día a día.